–¡¡FELIPE PARA POR EL AMOR DE DIOS!!¡¡PARA O LO VAS A MATAR!!–Gritó Kelly desesperada mientras que Felipe golpeaba a su jefe incansablemente. Ella quería llegar hasta él para apartarlo de Genaro, pero un cliente la sujetaba.
Felipe estaba en colera, su único deseo en aquel momento era ver correr la sangre de Genaro. Kelly le pisó el pie al cliente que la agarraba por la cintura para que la soltará. sabía que el hombre solo quería ayudar, pero necesitaba llegar a Felipe para detenerlo antes de fuera demasiado tarde.
Ella sintió miedo porque solo lo había visto así una vez. Cuando estaba trabajando en una discoteca de Madrid y un hombre intentó abusar de ella en baño de las señoritas, en ese momento Felipe y ella no se conocían, pero él la defendió con la misma fiereza que lo estaba haciendo en aquel momento. Kelly se acercó con cuidado llamando por él y le toco el hombro con precaución para no recibir un golpe también.
–¡FELIPE PARA POR FAVOR!¡YA BASTA! –Exclamó Kelly y Felipe la miró, tenía el rostro desencajado por la ira que lo dominaba, pero la mano de Kelly sobre su hombro, su toque fue suficiente para hacerlo regresar a la realidad y ver al hombre que tenía agarrado de la camisa con la cara entera ensangrentada debajo de él.
–¡¡Dios mío!!–Gritó una mujer asombrada entrando al bar y Felipe lo soltó apartándose de él. –¡Mi marido!!¿Qué le has hecho a mi marido animal!!–Gritaba la esposa de Genaro llegando a su lado mientras que Felipe se apartaba de ellos para acercarse a Kelly. –¡¡Cariño!!
–¡¡YA SUELTÁME!!–Ordenó Genaro apartando la mano de su esposa de un manotazo. –¡¡Te voy a denunciar miserable!!–Amenazó Genaro escupiendo la sangre de su boca sin poder levantarse del suelo y Felipe que intentó acercarse otra vez a él, pero Kelly se interpuso en su camino para detenerlo.
–¿Tú me vas a denunciar a mí? –Preguntó con una voz calmada y Kelly lo miró asombrada, porque jamás lo había visto tan frío como en ese momento, pero la tensión de sus músculos que parecían a punto de romper el traje todavía era visible, demostrando que seguía enfurecido. –Me vas a tener que disculpar, creo que no me he presentado como es debido. Me llamo Felipe Herráez…De Oliveira. –Aclaró Felipe ladeando la cabeza mirando al hombre con desprecio.
Genaro se quedó pálido al escuchar el último apellido de Felipe y se maldijo por haberlo amenazado, estaba a punto de ponerse de rodilla para pedirle perdón cuando Felipe continuó.
–¡¡Kelly recoge tus cosas!!–Ordenó con una voz grave girándose hacia ella, y la vio dudar si hacerle caso o no. –¡Ahora Kelly! –Repitió y ella miró a su jefe que estaba en el suelo y el desprecio en la mirada de su esposa, estaba claro…Ya no tenía nada que hacer allí y se fue a recoger su bolso para abandonar el lugar.
Felipe salió del bar caminando con pasos firmes sin darse cuenta de que detrás de él iba una tormenta en forma de mujer.
–¡¡¿Es que te has vuelto loco?!!–Exclamó Kelly en medio de la calle y Felipe se giró con brusquedad hacia a ella, y Kelly caminaba tan rápido que no pudo evitar chocarse con su pecho. –Necesita ese trabajo Felipe. –Murmuró mirando su boca que estaba tan cerca de la suya.
–¡¿Y que querías que hiciera?!¿Qué permitiera que ese hombre te siguiera hablando como se le pegaba la gana, y mirándote como si fueras un trozo de carne? – Preguntó Felipe disgustado mirándola fijamente a los ojos. –¿Tenía que haberme quedado quieto, es eso? –La interrogó con la mirada y la vio negar con la cabeza.
–No, eso me pareció bien te lo confieso. No te voy a negar que estaba deseando conseguir otro trabajo para darle una patada en los huevos a ese viejo baboso. –Contestó frunciendo el ceño y a Felipe le pareció muy tierna su carita de enojada. –Pero ahora me he quedado sin trabajo y no puedo darme ese lujo.
–¡Trabaja para mí! –Pidió Felipe y Kelly lo miró estupefacta.
–No creo necesario recordarte lo que pasó la última vez que estuve trabajando para ti. –Respondió Kelly y Felipe pudo ver el dolor y la decepción en sus ojos.
–Nunca más volverá a repetirse lo que pasó aquella mañana Kelly, te lo prometo. Lo que te estoy pidiendo es que me permitas valorar lo eficiente y lista que eres. –Explicó Felipe llevando sus manos a los hombros de la chica para mirarla fijamente. –Creo que formamos un gran equipo, lo hicimos muy bien en Alemania. Además, necesito una asistente personal, y soy una persona muy desconfiada, jamás había tenido una porque no confío en nadie…bueno, confío en ti. Acepta trabajar para mí. –Habló con sinceridad y Kelly se quedó pensativa.
Llevaba muy poco tiempo trabajando en el bar, y hasta ese momento no había encontrado otro trabajo. Quedaba muy poco para llegar a fin de mes y estaba segura de que Genaro no la pagaría como era debido, y cuando trabajaba en las oficinas de Felipe todos los empleados comentaba lo generoso que era con sus empleados, era un gran jefe. Entonces levantó la mirada para verlo y tomó una decisión que esperaba ser la más acertada.
–Solo hasta que consiga otro trabajo, y si te acercas a mí te arrancaré los huevos. Eso que te quedé muy claro. –Aceptó Kelly porque necesitaba el dinero, y si no lo hacía tendría que volver a trabajar en el club donde había conocido a Felipe, y prefería pasar hambre antes que regresar aquel lugar.
–¡Perfecto! Te prometo que me comportaré como es debido, hoy mismo prepararé tu contrato. –Habló Felipe con entusiasmo y Kelly lo miró con ternura, ese era el hombre bueno que recordaba y no el animal que había intentado violarla, bajó la mirada con tristeza y Felipe continuó. –No te vas a arrepentir de esto, ya lo verás. –Prometió y Kelly no pudo evitar sentirse reconfortada por sus palabras.
Después de suplicar para llevarla a su casa, la chica aceptó su propuesta y se montaron en el Ferrari de Felipe. Él estaba abrochándose el cinturón cuando vio que Kelly lo miraba de reojo moviendo las manos sobre su regazo con ansiedad, parecía que querer preguntar algo.
–¿Estás bien Kelly? –Preguntó Felipe con preocupación antes de poner el coche en marcha.
–¿Quién eres Felipe? ¿Por qué Genaro se asustó tanto cuando escuchó tu segundo apellido? –Preguntó con recelo y la miraba de Felipe se oscureció.
–Digamos que Los Oliveira somos muy conocidos en la península Ibérica, pero no quiero hablar sobre eso ahora, es una historia muy larga. –Contestó Felipe y Kelly pensó que era mejor no insistir, ya que parecía incomodo con el tema.
Felipe llevó a Kelly a su casa y aparcó al otro lado de su calle esperando hasta que la chica entrará al edificio donde vivía. Estaba tan emocionado por saber que ahora la tendría a su lado todos los días, Estuvo casi media hora allí aparcado hasta que se dio cuenta de que parecía un adolescente enamorado, se pegó una bofetada mental para salir de su ensimismamiento y se marchó de allí a prisas para ir a su oficina y preparar el contrato para Kelly lo antes posible.
Durante la tarde en la mansión de Hugo, Julia estaba ayudando a Mercedes a preparar unas empanadillas de atún porque Diego cenaría con ellos y esas eran sus favoritas, las dos cocinaban y hablaban entusiasmadas.
–¡¡Te veo radiante cariño!!¿A pasado algo especial para que estés así tan feliz? – Preguntó Mercedes con curiosidad mirando a Julia que tenía las mejillas rojas.
–No Merche, solo estoy feliz, por todas las cosas bonitas que me están pasando. En verdad desde mi adolescencia cuando aún tenía a mis padres con vida no me sentía tan feliz como ahora. –Contestó Julia encogiéndose de hombros con un sonrisa dulce y Merche la miró con ternura.
–¡¡Entonces a parte de que no vienes de una buena familia, encima eres huérfana!!–Exclamó Adara entrando a la cocina sorprendiendo a las dos. – Eres digna de pena niñita, no sé que hace mi hijo con un ser tan insignificante como tú. –Espetó mirando a Julia por encima del hombro.
–Si piensa que puede humillarme por ser huérfana señora está muy equivocada, y ser pobre para mí no es motivo de vergüenza. –Contestó Julia orgullosa porque no pensaba dejarse pisotear por Adara.
–Eres muy lista sabes, vas de digna cuando en verdad estarás como loca intentando quedarse preñada de mi hijo, para no tener que volver a tu vida miserable de indígena huérfana. –Escupió Adara y Merche la miró asqueada. –Estoy segura de que mi hijo estará utilizando protección contigo, de la misma forma que lo hizo con todas las zorras baratas que pasaron por su vida que solo buscaban vivir de su dinero.
–No nací para ser una mantenida señora, y al contrario de estar imaginando lo que Hugo conmigo entre cuatro paredes, debería de ocuparse en dedicar su tiempo en hacer algo útil con su vida. –Habló Julia apretando los puños mientras que Merche ponía la mano sobre su hombro para intentar calmarla y Adara la miraba con disgusto, como si fuera alguien inferior a ella.
–Yo no parí a mi hijo para que terminará enredado con alguien como tú, eres muy poca cosa para…
–¡¡Tampoco lo hiciste para amarme, protegerme y cuidarme como haría cualquier madre de verdad!!–Exclamó Hugo entrando a la cocina. –Tú no vales nada, ni como madre, ni como mujer. Lo único que siento por una sanguijuela como tú, es asco y no pienso permitir que sigas ofendiendo a Julia en su propia casa. –Vociferó Hugo y Adara se sintió tan indignada que no pudo controlar las ganas darle una bofetada a su hijo por humillarla delante de la servidumbre y de Julia, pero cuando levantó la mano Diego agarró su muñeca antes de que pudiera hacer cualquier movimiento.
–¡¡Que ni se te ocurra intentar pegar a mi hijo, porque te juro que te mato!!–La amenazó Diego con un tono protector fulminando a su exmujer con la mirada.
–No puedes tratarme así Diego, soy la madre de tu hijo. –Se indignó Adara soltándose de su agarre y Diego hizo una mueca de asco.
–¡¡Solo parir no te convierte en madre Adara!! No tienes ningún derecho a atacar a Julia que sí es una mujer de verdad, que sabe valerse por sí misma. En cambio, tú no pasas de una serpiente chantajista. –Habló Diego interponiéndose entre Adara y Hugo que había abrazado a Julia que estaba conmocionada por la situación.
–Hugo dile a tu padre que me trate con el debido respeto que me merezco. –Ordenó Adara a su hijo ganándose una mirada llena de desprecio de Hugo.
–Él único que se merece respeto aquí es mi padre, que lucho día tras día para que jamás me faltará un plato de comida, que pasó noches en vela cada vez que me enfermaba. Mi padre se merece absolutamente toda mi devoción, pero tú no te mereces nada. Y ya me cansé de aguantar tus chantajes, recoge tus cosas y vete de mi casa. –Ordenó Hugo y Adara se quedó petrificada.