Hugo entró a su despacho con Adela, caminó hasta su escritorio y se sentó en la silla que había detrás de él. Apoyó los codos sobre la mesa y entrelazó sus dedos mirando a la mujer que tenía delante con el rostro impávido. Adela se soltó el moño moviendo sus cabellos rojizos con lentitud, y Hugo suspiró con cansancio deseando que aquel encuentro terminará lo antes posible.
–Dime, ¿Sobre qué querías hablar exactamente? ¿Quieres una exclusiva o algo sobre el documental? –La apremió Hugo, y Adela puso un puchero haciéndose la ofendida, por ser tratada con tanta frialdad.
–Me gustaría ser primera en entrevistarte, después del estreno del documental. –Murmuró su pedido con una voz suave cruzando las manos sobre sus piernas.
–Acaban de empezar a grabarlo, no tiene ni siquiera una fecha de estreno. Así que no puedo prometerte nada. Sí era sobre eso que querías hablar…
–No Hugo, no era solo por eso. –Afirmó levantándose de la silla y dando la vuelta a la mesa para acercarse a Hugo. –Te echo de menos amor. –Susurró acariciando su rostro, pero Hugo apartó su mano con brusquedad. –¿Qué te está pasando Hugo? Tú y yo teníamos una buena relación. –Habló con tristeza y él la miró con el ceño fruncido.
–Lo único que teníamos eran un par de polvos a la semana Adela, hasta que decidiste grabarnos teniendo sexo, y arriesgar nuestras carreras compartiendo el video en las redes sociales, con la excusa de que te habían robado él teléfono móvil. –Respondió indignado cerrando los puños sobre la mesa.
–Amor eso era verdad, me robaron el teléfono móvil. A mí también me ha afectado mucho ese video. –Contestó fingiendo sentirse avergonzada. –Si mi padre no fuera el dueño de la mayor emisora de este país, yo hubiera terminado en la calle, con mi carrera manchada para siempre. – Se explicó sentándose sobre la mesa delante de Hugo.
–Tú carrera salió intacta, pero la mía no Adela. Y lo peor de todo es que te pedí que no concedieras ninguna entrevista, y lo hiciste afirmando que éramos pareja. – Espetó con frustración viendo como ella insistía en hacerse la víctima.
–Vamos a dejar eso atrás Hugo, independiente si fue o no mi culpa. –Contestó Adela cabizbaja pasando la mano por los cabellos de Hugo. –Recuerda que después de terminar nuestra relación yo seguí apoyándote. Si no fuera por mí, hubieras salido muy mal de los últimos escándalos, en los que te metiste. –Replicó colocando una mano sobre su hombro y lo vio bajar la cabeza porque sabía ella tenía razón.
–Te agradezco inmensamente que mantuvieras tu profesionalidad en lo que se refiere a mí, pero no quiero volver a tener nada que ver contigo. Disfruté Adela, pero fue solo sexo y nada más. Espero que seas lo suficiente madura para respetar mi decisión. –Pidió girando la cabeza, para no tener que mirarla insinuándose tan descaradamente.
–También soy madura lo suficiente para volver a acostarme contigo una vez más. – Susurró sentándose en el regazo de Hugo y él echó la cabeza hacia atrás para esquivar su intento de besarlo. –Vamos Hugo, puede que estés enojado conmigo, pero yo sé que aún me deseas. Recuerdo que antes no me dabas ni un minuto de descanso, pasábamos horas haciendo el amor. –Murmuró pasando la lengua por el cuello de Hugo. – Yo sé que tú no eres hombre de una sola mujer, esa niñita no es lo suficiente para satisfacer todos tus deseos. – Habló con un tono sexi subiendo su falda, y agarró la mano de Hugo para llevarla hasta su sexo y que sintiera lo mojada que estaba.
–Si lo es o no es mi problema, Adela. –Hugo contestó soltándose de su agarre y se levantó con brusquedad apartándose de la mujer, que estaba perpleja con su actitud. –Ya no me interesas como mujer, y esta es la última vez que te lo digo. Ahora tengo pareja y es la única con la que quiero estar. –Hugo soltó esas palabras sin estar seguro si lo decía para guardar las apariencias o porque era la verdad, y Adela se sintió dolida de ser rechazada por culpa de una mujer que ella consideraba inferior.
–Por favor, Hugo esa mujer no es para ti. Es una pobre muerta de hambre, sin ninguna clase…– Se calló al ver como Hugo apretó los puños, la visible tensión en sus músculos y la ira en su mirada. Se mordió la lengua porque sabía que había hablado demás por estar enojada.
–¡Me acabas de describir a la perfección! ¡Porque yo fui todo eso, y gente como tú no dejaba de echármelo en cara cada vez que podían! – Vociferó enfurecido por escuchar el desprecio de Adela hacia las personas menos favorecidas.
–No quise decir eso amor, yo me refería…
–¿A qué entonces? ¿A una buena posición social? ¿Nacer en una cuna de oro? ¡¿A ESO TE REFERÍAS?!¿Por eso Julia no es suficiente para mí? Pues que sepas que yo soy exactamente igual que ella, y estoy muy orgulloso de mis orígenes. Nacer pobre no te hace menos que nadie. Y te digo más, si no fuera por mi dinero y por mi carrera no te hubieras dignado ni a mirarme. –La acusó enojado y Adela intentó acercarse a él para intentar disculparse, pero él se alejó de ella. Adela se maldijo a sí misma por no saber controlar su ira.
–Hugo cariño, no quería ofenderte…
–¡¡Fuera de mi casa, Adela!! ¡Y si quieres seguir con tus encuentros con mi madre que sea muy lejos de mí y de mi novia! –exclamó abriendo la puerta y Adela se marchó rápidamente sin protestar. Hugo se sentó en el sillón de su despacho y resopló con fastidio.
Adela salió a prisas de la casa, ni siquiera se molestó en despedirse de Adara. En verdad la madre de Hugo le asqueaba, para ella no pasaba de una mujer vulgar, pero la necesitaba para llegar a Hugo. Sacó su teléfono móvil e hizo una llamada, no tardó en escuchar una voz ronca al otro lado de la línea y habló.
–Tenías razón, provocar todos estos escándalos no nos ha servido de nada. Si queremos acabar con su carrera necesitamos algo más efectivo. –Habló y no tardó en escuchar la respuesta que quería. Colgó su teléfono y se subió a su coche para marcharse de la mansión de Hugo.
Hugo jamás volvería a tener paz en su vida, a menos que fuera al lado de Adela. Ella intentó por todos los medios manchar su reputación después de que él cortará cualquier relación entre ellos. Entonces se dedicó a buscar cualquier mujer que estuviera dispuesta a ganar fama inventando mentiras sobre Hugo, hasta pagó algunos camareros para que metieran drogas en su bebida cuando estaba de fiesta, provocando que Hugo tuviera tres accidentes automovilísticos, pero nada era suficiente.
–Si yo no soy feliz, tú tampoco lo serás Hugo Torres. –Habló sonriendo maliciosamente. Encendió su coche y abandonó la propiedad de Hugo.
Julia estaba en la cocina con Mercedes que le contaba los planes que tenían para el partido de Hugo con entusiasmo.
–¿Entonces Diego y tú también asistirán al partido de Hugo mañana en Múnich? –Preguntó Julia dando palmitas de felicidad.
–Así es cariño, mañana a parte de ser un partido importante también es su cumpleaños, y estaremos todos allí para apoyarlo. Sé que nada le hará más feliz que esa sorpresa. –Contestó Mercedes con vehemencia. –¿Así que sabías que mañana es el cumpleaños de Hugo?
–Sí, recuerda que teníamos que aprender todo el uno sobre el otro. Me alegra mucho saber que están preparando una sorpresa tan bonita para él. –Habló con alegría y Mercedes la miró con ternura.
–Y a mí me hace feliz saber, que pasará su cumpleaños cerca de una persona tan linda como tú. – Contestó Mercedes tocando la barbilla de la chica y Julia la miró con incomprensión, pero no dijo nada más.
Ya en la noche Julia agarró su pijama y se fue a ducharse en su habitación, porque sabía que Hugo estaría en la de él y no se sentiría cómoda en hacerlo allí con su presencia. Cuando regresó a su dormitorio ya para acostarse encontró a Hugo sentado en el ventanal mirando el cielo, parecía triste. Ella pensó en dejarlo solo y regresar después, pero algo dentro de ella la impulsó a ir hasta él.
–Hola. –Habló sentándose delante de Hugo y él giró la cabeza para mirarla.
–Hola Julia. Ya es tarde, mañana será un día largo, deberías irte a la cama para descansar. –Murmuró con la voz cansada y Julia sintió un aprieto en su corazón.
–¿Te encuentras bien Hugo? –Preguntó con preocupación, pero él solo hizo un gesto con la cabeza afirmando que sí. Julia sabía que era no verdad, y entendía que no era alguien importante en su vida como para desahogar sus problemas con ella, entonces pensó que era mejor no insistir.
Julia miró el reloj que había sobre la mesita de noche al lado de la cama de Hugo, y vio que ya eran casi las doce. Tuvo una idea que tal vez serviría para animarlo un poco. Se levantó y salió de la habitación. Hugo siguió sus movimientos con la mirada, y después de verla salir giró su cabeza para observar la luna. Ya quedaba muy poco para su cumpleaños, y para él no era una fecha de celebración. Ya que le hacía revivir el abandono de su madre. Recordaba cuando era niño y se sentaba al lado del teléfono esperando su llamada para felicitarlo, pero ella siempre se olvidaba de hacerlo, y ahora ella estaba allí bajo su techo solamente por su dinero.
Julia entró unos minutos después sujetando entre las manos un muffin de chocolate, con una vela sobre él. Hugo se sorprendió al verla y se levantó sin apartarse del ventanal con una hermosa sonrisa en su rostro.
–¡Que los cumplas feliz, que los cumplas feliz, que los cumplas Hugo, que los cumplas feliiiiz! –Cantó Julia caminado hasta él con el muffin y lo acercó a Hugo para que pudiera soplar la vela. –Recuerda que debes pedir un deseo. –Le avisó y Hugo cerró los ojos para pensar en lo que deseaba, después los abrió para soplar la vela sin apartar la vista de Julia. –¡Feliz cumpleaños Hugo! Sé que no es un fiestón como a los que estarás acostumbrado, pero es lo que he podido improvisar ahora.
–¡Y es la sorpresa más bonita que me han dado! ¡Gracias, Julia por tan bonito detalle! –Contestó Hugo agarrando el muffin y le quitó la vela. Lo partió en dos trozos entregando uno a Julia y se sentaron juntos delante del enorme ventanal, hablando de trivialidades.
Hugo cuando empezó a fijarse que Julia empezaba a bostezar con sueño, se puso de pie y la levantó en sus brazos. Ella ya se encontraba tan cansada que ni siquiera protestó. Él la acomodó sobre la cama y se acostó a su lado esperando a que se quedará dormida. Cuando Julia se sumergió en un sueño un profundo Hugo la envolvió en sus brazos mirándola hasta quedarse dormido disfrutando de la paz que sentía en aquel momento, sin saber que esa tranquilidad se estaba acercando a su fecha de caducidad.