Categorías
Amor en juego 2

🔒 Capítulo 100: Nuestra historia jamás morirá.

Log in or Register to save this content for later.

Kelly se giró para pedir a la enfermera que los dejará a solas y la mujer lo dudó por unos segundos, pero Kelly logró convencerla, después ella se acercó a Felipe que parecía estar aturdido.

–Necesito que me escuches. – Pidió Kelly con el corazón en la mano, rezando a Dios que Felipe no reaccionará como en el hospital, pero solo lo vio negar con el semblante triste.

–Y yo lo que necesito es que te marches, por favor, Kelly. ¡Vete! – Contestó Felipe con la voz rota porque nada le dolía más que Kelly lo viese en aquel estado tan deprimente, y más le dolía saber que la lástima que le tenía era mucho grande que el amor que había sentido por él, porque solo en aquella triste situación Kelly se había decidido buscarlo. – Te pedí que me dejarás en paz, así que márchate, Kelly. Vamos a dejar esta historia morir de una buena vez, por favor. – Suplicó Felipe con la mirada perdida mordiéndose el labio inferior por los nervios que sentía de estar tan cerca de ella y también porque estaba cansado de luchar, de insistir. Él solo deseaba estar en paz y quería lo mismo para ella.

Kelly se sentó en el banco en el que estaba Felipe y agarró su mano apretándola suavemente y ese toque fue suficiente para que su corazón latiera más rápido. Felipe se estremeció al sentir la mano suave de Kelly y bajó la cabeza intentando controlar todas sus emociones. 

–Nuestra historia jamás morirá, aunque sigamos con nuestras vidas tú siempre serás parte de mí y yo de ti. – Murmuró Kelly aguantándose las lágrimas. –No sabes cuanto me duele que nuestro amor no fuese lo suficiente fuerte para luchar contra nuestras inseguridades y nuestros miedos, lo siento mucho Felipe, siento no haber sido más fuerte por nosotros. – Kelly apretó la mano de Felipe y él se llevó una mano a los ojos porque sabía que no se aguantaría las ganas de llorar delante de ella. – Espero que algún día puedas perdonarme y perdonarte a ti mismo por lo todo lo que sufrimos.

–Eso ya no importa, el daño ya está hecho, ahora solo podemos seguir con nuestras vidas y olvidarnos. –Habló Felipe con vehemencia y Kelly levantó la mirada al cielo para aguantarse las lágrimas que no dejaban de salir. – Siento mucho no haber creído en ti, no haberte amado y protegido como te merecías.  

–Y espero que puedas perdonarme por no haberte cuidado, por no haber sido el refugio que tanto habías necesitado cuando tus demonios te perseguían. – Se disculpó Kelly entre lágrimas y en ese momento fue Felipe quien envolvió la mano de la chica entre las suyas, porque no podía verla, pero sabía que estaba llorando y eso se confirmó cuando sus lágrimas cayeron sobre las manos de ambos. 

–Para mí ya no queda nada Kelly, pero tú si tienes mucho que vivir por delante, uno de los dos puede continuar y me alegro de que seas tú. – Murmuró con un tono suave y Kelly sintió un nudo en la garganta, por que prefería discutir con él que escucharlo despedirse de ella. – Espero que encuentres en tu vida toda la felicidad que yo no te pude dar.

–Sí me lo has dado Felipe, me diste la mayor de las alegrías. – Contestó Kelly sonriendo con tristeza y Felipe frunció el ceño, porque no entendía a lo que se refería.

Kelly soltó la mano de Felipe dejándolo con una enorme sensación de vacío, solo en aquel banco en medio del jardín. Felipe estaba aturdido intentando aguzar el oído para saber que estaba pasando, entonces escuchó el sonido de los tacones de Kelly sobre el camino de piedras del jardín, acercándose a él otra vez y se dio cuenta cuando volvió a sentarse a su lado.

–Necesito que estés tranquilo ahora, ¿vale? – Pidió Kelly con suavidad sentándose otra vez a su lado y Felipe giró su rostro en la dirección de donde escuchaba su voz, con la mirada perdida en alguna parte, intentando entender lo que estaba pasando.

–¿Por qué? – Preguntó Felipe con ansiedad y Kelly se llevó el dedo índice a la boca de Felipe, indicándole que hiciese silencio. – Kelly, ¿qué está pasando? – Volvió a preguntar con un tono más bajo, pero con la voz temblorosa, entonces Kelly agarró su mano.

–Debes mantener la calma ahora, ¿vale? No hagas ningún movimiento brusco. – Susurró Kelly con suavidad dejando al hombre que tenía delante ansioso, entonces Kelly puso su mano sobre unas piernitas pequeñas que estaban sobre su regazo.

Lo primero que sintió Felipe fue la tela de algodón de los leotardos, después deslizó su mano con suavidad y se dio cuenta de que eran unas piernitas muy pequeñas. Felipe intentó apartar su mano con brusquedad asustado, soltando un jadeo, pero Kelly lo impidió agarrando su mano con más fuerza y acariciándolo con el pulgar.

–¿Kelly? – Murmuró Felipe con expectación y Kelly llevó la mano de Felipe hasta la cabecita de Zoe, entonces él tragó en seco cuando sintió aquellos cabellos suaves y un pequeño lacito que los adornaba. 

–Está dormida, así que no te pongas muy nervioso, ¿ok? – Susurró Kelly ayudándolo a tocar el rostro de Zoe con suavidad y Felipe se mordió los labios, porque no dejaban de temblar mientras que intentaba controlar sus emociones atento a todo lo que estaba tocando.

–¿Es…es…un…un…be…bebé? – Balbuceó Felipe nervioso y Kelly sonrió con ternura mirándolo.

–Es tu hija. – Susurró Kelly entre lágrimas y Felipe se llevó la otra mano a la boca para callar un sollozo y la que tenía sobre la cabecita de Zoe comenzó a temblar por la impresión, entonces él la apartó de la niña. 

Felipe se llevó las manos a la cabeza aturdido, con su rostro bañado en lágrimas mientras que Kelly estaba igual que él balanceando a Zoe sobre su regazo, para que no despertará.

–Me dijiste…tú me dijiste…¡¡Oh, Dios!! – Murmuró Felipe con un nudo en la garganta intentando controlarse, para no asustar a la pequeña que estaba en los brazos de Kelly.

–Te mentí, Felipe. Tomé la decisión de ocultarte que teníamos una hija por miedo y puede que también por egoísmo. – Susurró Kelly avergonzada. – Lo siento mucho, muchísimo ustedes dos no se merecían esto, conocerse así…

–No…no …no importa…No importa. – Balbuceó Felipe emocionado intentando calmarla, porque la felicidad era tan grande que no tenía cabeza para pensar o reprochar los motivos de Kelly para ocultarle el hecho de que era padre, porque solo eso era lo que realmente le importaba, saber que tenía tan cerca a su pequeña, pero le rompió el alma pensar en el hecho de que no podía verla. Entonces Felipe se inclinó hacia adelante llevándose las manos a la cabeza, intentando soportar las ganas de llorar con desesperación en aquel momento. – Tengo una hija. – Murmuró incorporándose, y se giró en la dirección de Kelly.

–Sí Felipe, tenemos una hija. Se llama Zoe. – Contestó Kelly acariciando el rostro de Felipe. – Es igualita a ti, tiene el mismo color de tus cabellos y tus ojos. –Murmuró y Felipe comenzó a llorar sintiendo un dolor horrible en su corazón. 

–No puedo verla, Kelly, no puedo ver a mi hija. – Habló con la voz rota levantando la mano en la dirección de las dos intentando tocar la cabecita de Zoe otra vez, pero como no podía encontrarla Kelly le guio con su mano hasta el rostro de la pequeña y lo ayudó a delinear la carita de Zoe y Felipe comenzó a sonreír mientras que lloraba. – Mi hija, es mi hija…Zoe, Zoe es…es un nombre precioso, debe ser una niña hermosa.

–Lo es y tiene mucho carácter también, al igual que sus padres. – Habló Kelly con orgullo y Felipe esbozó una enorme sonrisa. – Lo siento mucho Felipe, por favor perdóname por esto, que tengas que conocer a nuestra hija ahora, en este momento tan difícil. ¡Perdóname! – Suplicó Kelly y Felipe levantó la mano hasta encontrar su rostro y sintió las lágrimas que mojaban el rostro de la mujer que amaba.

–No me pidas perdón, no tienes que hacerlo. – Susurró Felipe acariciando el rostro de Kelly. – No quiero te disculpes en este momento que me estás haciendo el hombre más feliz del mundo. Nuestro bebé ha nacido y esto es lo único que me importa, que mi hija ha nacido y que está aquí conmigo. 

–¿Quieres cargarla? – Preguntó Kelly mirándolo atentamente y Felipe bajó la cabeza ansioso.

–No creo que sea buena idea, Kelly. – Habló Felipe con ansiedad y Kelly sonrió con ternura mirándolo. – Podría despertar y asustarse al verse en los brazos de un extraño. – Explicó angustiado.

–No eres un extraño, Felipe, eres su padre. –Habló Kelly con seguridad y Felipe sintió su corazón llenarse de ansiedad. – Yo te ayudaré y estaré aquí a tu lado, a partir de ahora siempre estaré aquí. – Afirmó con vehemencia y Felipe se preparó para recibir a Zoe en sus brazos.

Kelly entregó su hija a Felipe y lo vio morderse los labios intentando calmarse y Kelly se puso a su lado apoyando su cabeza sobre el hombro de Felipe que no podía dejar de llorar emocionado, sintiendo el calor del pequeño cuerpecito de su niña, que estaba durmiendo tranquilamente entre los brazos de su padre mientras que él se derretía de amor con su pequeña.

–Definitivamente eres la única mujer en el mundo capaz de llevarme al cielo. – Habló Felipe emocionado y apoyó su cabeza en la de Kelly. – Gracias por esta felicidad, me acabas de devolver la vida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *